Estar en la Gracia es concebir el
Evangelio como la más alta vivencia de libertad. Hay muchos tipos de libertad,
pero la más genuina es aquella que nos otorga Jesucristo. El Evangelio del
Reino de Dios es una buena nueva de libertad. Jesús vino a liberar a los que
estaban presos del pecado, del diablo y del mundo. El sello del ministerio del
Maestro es la liberación de toda opresión. Él vino a la Tierra para liberar a
muchos de esas cadenas espirituales diabólicas que les tenían atados,
sufrientes, ciegos, sin esperanza ni amor.
La condición del ser humano es la
de un preso espiritual, encerrado en la mazmorra de la ignorancia, atado por la
cadena del orgullo y la incredulidad, vestido con el traje del egoísmo y
sometido a la tortura de la culpa. Su espíritu vacío no conoce el amor, pesa
sobre su conciencia la acusación y falta de paz, su corazón sin fe ni siquiera
confía en él mismo, y su mente desconoce la esperanza de gloria eterna. Es muy
triste esta condición humana, alejada de Dios, indiferente a veces o atada a
doctrinas que no son auténticamente liberadoras.
Jesús dijo “Conoceréis la Verdad,
y la Verdad os libertará”. Este no es un asunto meramente intelectual. No se
trata de aprender una doctrina teológica y adoptarla para sí, como quien se
adscribe a una corriente de pensamiento, sino que consiste en hallarlo a Él, la
Persona del Maestro, el Hijo de Dios, Jesucristo, quien se define a sí mismo
como la Verdad: “Yo soy el camino, la Verdad y la vida”. Conocer a Jesús es
conocer la Verdad, es una Persona más que una doctrina. Cierto es que su
enseñanza llamada Evangelio, es muy cierta, pero sólo con el Evangelio, su
conocimiento y práctica, no alcanzo la vida eterna. Ésta es posible para cada
persona si conoce a Jesucristo, la Verdad.
Conocerlo a Él es tener un
encuentro espiritual con Él, alimentarse de Él cada día, porque es “Pan del
cielo”. No me refiero sólo a una comida litúrgica (comer el cuerpo y beber la
sangre de Cristo) sino que a una configuración de nuestra vida al Maestro, ser
uno con Él, dejar de ser yo y que sea Él en mi. El Apóstol lo expresa de este
modo: “Ya no vivo yo sino que Cristo vive en mi”.
“9 Mas vosotros no
vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios
mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. / 10
Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del
pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. / 11 Y si el Espíritu de
aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de
los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su
Espíritu que mora en vosotros.” (Romanos 8:9-11)
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