Estar en la Gracia no es tan
fácil como algunos podrían pensar, menos si se es pastor o tenemos un llamado
ministerial. Porque quien está en la Gracia posee un corazón sensible –no digo
que aquellos que no concuerdan con esta mirada no lo sean también- a la soledad
del otro, a sus dilemas de fe, a sus dudas. Diría que nuestro llamado es a
comprender a seres especiales, a personas diferentes, a veces cuestionadoras de
la Iglesia tradicional o como ha sido conocida hasta ahora.
Nos ha tocado compartir con
muchas personas que buscan a Dios fuera de las estructuras eclesiales. Si no
tuviese el ministerio de la Gracia, las rechazaría, quizás las catalogaría como
rebeldes, perdidos, incrédulos, individuos no sujetos, falsos cristianos y
otros calificativos, faltos de amor, por cierto. He entendido que el verdadero
va más allá de nuestras fronteras mentales, porque el amor de Dios es como Él,
inmenso, una de las características de la Divinidad.
También han llamado a nuestra
puerta hombres y mujeres esotéricos, orientalistas, con enfoques místicos
distintos y no por eso despreciables o perdidos. Ellos con sus meditaciones,
karmas, mandalas y todo tipo de prácticas y conceptos tan distintos al
cristianismo, también son personas necesitadas de la comprensión y amor de
Dios, ese Dios que también ilumina al oriente del planeta. ¿Por qué satanizar
todo lo que no se ajusta a nuestra doctrina cristiana?
Abrir el corazón al que es
distinto por razones sociales, psicológicas, físicas, emocionales o filosóficas,
es una clave para la práctica del Evangelio que Jesús nos enseñó. Él atendió a
la mujer extranjera y despreciada por los judíos, allí en el pozo de Jacob. Él mandó
a sus discípulos que fuesen “a las ovejas perdidas de Israel”. Su último
mandato fue ir a hacer discípulos “hasta lo último de la tierra”, allí no
habría precisamente ortodoxia cristiana. Debemos los ministros de Dios y todo
hermano, estar preparados para atender a los que son distintos, piensan y
sienten diferente a nosotros.
Tolerancia, comprensión,
humildad, misericordia, son virtudes que necesitamos desarrollar en un mundo
complejo, donde la fe cristiana va perdiendo popularidad. La Gracia es la clave
para un encuentro de las personas y los grupos con Jesús de Nazaret.
“11
Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le
es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias.
/ 12 No nos recomendamos, pues, otra vez a vosotros, sino os damos ocasión de
gloriaros por nosotros, para que tengáis con qué responder a los que se glorían
en las apariencias y no en el corazón. / 13 Porque si estamos locos, es para
Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros. / 14 Porque el amor de Cristo nos
constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; / 15
y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel
que murió y resucitó por ellos.” (2 Corintios
5:11-15)
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